Destinados a innovar para dar futuro a nuestras comunidades

Italia está destinada a innovar. El nuestro es un país que no tiene grandes recursos naturales: su verdadera riqueza es la cultura y los cerebros

Italia está destinada a innovar. El nuestro es un país que no tiene grandes recursos naturales: su verdadera riqueza es la cultura y los cerebros. Más que para otras realidades, la innovación representa para nosotros la base de lo que Adam Smith llamaba la “Riqueza de las Naciones”. Esto significa situarse en la frontera más avanzada de la digitalización y la automatización, es decir, de las tecnologías de la cuarta revolución industrial, que están transformando todas las ramas del saber desde una perspectiva multidisciplinar, mientras que la industria manufacturera se enfrenta al advenimiento de la fábrica inteligente y al uso de nuevos materiales.

Por sus capacidades y su tradición, Italia puede y debe aspirar a un papel de peso en la competencia internacional. Nuestra historia -desde las Repúblicas Marítimas del siglo XV hasta el Milagro Económico posterior a la Segunda Guerra Mundial- demuestra que tenemos todos los ingredientes para ser una potencia tecnológica e industrial en el tablero de la competencia mundial.

Para que el país alcance todo su potencial, tenemos que replantearnos nuestro enfoque de la innovación. Debemos crear un ecosistema abierto en el que empresas, centros de investigación y universidades compartan al máximo proyectos y programas. Para ello, necesitamos mecanismos de asociación público-privada capaces de compensar la debilidad histórica del capital riesgo italiano, a fin de estimular las inversiones necesarias para crear centros de competencia competitivos en las nuevas cadenas tecnológicas internacionales.

La gran empresa desempeña aquí un papel fundamental porque es capaz de traducir sus logros tecnológicos e industriales en el progreso de la sociedad en su conjunto: el conocimiento y el empleo cualificado, el desarrollo de competencias y de cadenas de producción en los territorios. Se trata, diría Adriano Olivetti, de ofrecer una visión de futuro a nuestras comunidades.

Leonardo, por su parte, es un componente esencial del motor que alimenta el sistema del conocimiento y el impulso industrial del país. Porque interconecta el mundo de la producción con toda la cadena de la innovación, desde las universidades y los centros de investigación hasta las numerosas pequeñas y medianas empresas que protagonizan la excelencia tecnológica del Made in Italy, aportando el 13% del valor añadido de toda la industria nacional intensiva en tecnología.

El compromiso de una empresa, sin embargo, no es suficiente si todo el país no funciona como un sistema. Italia debe recuperar su propia visión como nación industrializada, a través de opciones claras respaldadas por inversiones coherentes. De ello depende el futuro de nuestro recurso más importante: las jóvenes generaciones y sus competencias, que deben poder crecer en un entorno que, empezando por la educación, premie el espíritu emprendedor y la innovación tecnológica.