
Han pasado 15 años desde el colapso de Lehman Brothers, que marcó el inicio de una histórica crisis en Wall Street que devastó la economía global. Sin embargo, Wall Street no ha cambiado fundamentalmente su comportamiento desde entonces. En cambio, la industria financiera ha creado un sistema aún más arraigado que beneficia principalmente a los ultra ricos mientras causa crisis al resto de la sociedad.
Este sistema se conoce como “financiarización”, un fenómeno en el que la economía se desplaza de la fabricación de bienes tangibles a la fabricación de deudas. Antes de la crisis financiera de 2008, los bancos financiaban las hipotecas. Ahora, están financiando viviendas al comprar casas unifamiliares y cobrar alquileres exorbitantes, descuidando el mantenimiento y desalojando a los inquilinos.
Este mismo proceso está ocurriendo en varios sectores, desde la atención médica hasta las noticias locales, a medida que las empresas de capital privado compran negocios cruciales, reducen personal y servicios para maximizar los beneficios y, finalmente, venden los activos cuando las empresas fracasan.
Actualmente, el último juego de Wall Street consiste en convertir al planeta en una nueva clase de activos. Están creando “empresas de activos naturales” que monetizan los “servicios ecosistémicos”, como el agua, los bosques, los arrecifes de coral y las granjas.
La financiarización subyacente está basada en el concepto de “supremacía de la riqueza”, que prioriza los intereses de los ricos. Este sesgo se perpetúa mediante varios mitos, incluida la creencia de que no hay límite para la acumulación de riqueza y que solo los accionistas y ejecutivos deben tener voz en las corporaciones, mientras que los trabajadores son marginados.
Sin embargo, hay un movimiento creciente que desafía estos mitos y aboga por un sistema económico diferente. La idea de una “economía democrática” está ganando fuerza, donde las corporaciones pueden ser propiedad de los propios trabajadores, brindando más estabilidad y mejores ahorros para la jubilación. De manera similar, las instituciones financieras de desarrollo comunitario ofrecen préstamos justos a comunidades marginadas y las empresas de servicios públicos de energía de propiedad pública y cooperativa priorizan la sostenibilidad y el bien común.
Los modelos y vías para una economía más equitativa ya están presentes, pero lograr el cambio sistémico necesario requiere desmantelar el mito de que el capitalismo centrado en maximizar la riqueza es la única opción. Al derrocar la supremacía de la riqueza, podemos construir un sistema económico que priorice el bienestar de todos y apoye una sociedad próspera.
Fuentes:
– Marjorie Kelly, “Wealth Supremacy: How the Extractive Economy and the Biased Rules of Capitalism Drive Today’s Crises” (Libro)